Psicopatía y estructura cerebral: un nuevo estudio encuentra que los psicópatas tienen un cerebro más pequeño y alteraciones en zonas clave del control conductual.
CIUDAD DE MÉXICO.-
Un estudio reciente realizado en Alemania sugiere que los comportamientos antisociales e impulsivos asociados a la psicopatía podrían estar fuertemente vinculados a rasgos neurológicos estructurales. La investigación, publicada en European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, revela que las personas psicópatas presentan un volumen cerebral un 1.45 % menor que el promedio.
El hallazgo surge de un análisis de resonancias magnéticas realizadas a 39 hombres diagnosticados con psicopatía, y podría marcar un nuevo avance en la comprensión científica de este trastorno de personalidad, que afecta aproximadamente a una de cada 100 personas en el mundo, según datos de la plataforma PsychopathyIs.
¿Qué es la psicopatía?
La psicopatía es un trastorno mental de la personalidad caracterizado por:
- Falta crónica de empatía
- Ausencia de remordimiento
- Conductas antisociales y manipuladoras
- Impulsividad extrema
- Capacidad para fingir adaptabilidad social (“máscara de la cordura”)
Este trastorno, aunque a menudo asociado con criminales peligrosos, puede manifestarse en diversos grados, y muchas personas psicópatas mantienen apariencias socialmente funcionales, lo que dificulta su detección.

Te recomendamos leer:
“Entregaban cenizas falsas a las familias”; revela fiscal tras hallazgo de 383 cuerpos en crematorio de Ciudad Juárez
¿Qué revela el escáner cerebral?
Los investigadores utilizaron la Psychopathy Check-List Revised (PCL-R), una herramienta diagnóstica que evalúa dos factores:
- Factor 1: rasgos emocionales e interpersonales (manipulación, falta de empatía)
- Factor 2: conducta antisocial e impulsiva (agresión, irresponsabilidad)
Mientras que el factor 1 mostró pocas diferencias estructurales en el cerebro, los sujetos con altas puntuaciones en el factor 2 presentaban reducciones significativas de volumen cerebral en regiones específicas como:
- El puente de Varolio (tronco encefálico)
- El tálamo
- Los ganglios basales
- La corteza insular
Estas áreas están asociadas al control del comportamiento, regulación emocional y procesamiento sensorial, por lo que su deterioro podría explicar la dificultad de estas personas para regular sus impulsos y tomar decisiones racionales.
Impacto en el comportamiento
Estudios previos ya habían vinculado estas regiones cerebrales con funciones clave como:
- El control de acciones involuntarias
- La interpretación de señales sociales
- La motivación y toma de decisiones
- El procesamiento emocional
Los autores del estudio afirman que la disminución del volumen en estas áreas se correlaciona con los comportamientos antisociales e impulsivos que caracterizan el perfil psicopático. “Estos hallazgos refuerzan la hipótesis de que la conducta antisocial se asocia a alteraciones fronto-subcorticales en el cerebro”, indican.
Limitaciones del estudio y futuras investigaciones
A pesar de sus hallazgos relevantes, el estudio reconoce sus limitaciones, como el tamaño reducido de la muestra (solo 39 participantes) y la poca diversidad demográfica. Además, se plantea que factores externos como el consumo de sustancias, traumas o abuso infantil podrían influir en el desarrollo de estas alteraciones cerebrales.
Por ello, los investigadores sugieren que futuros estudios incorporen muestras más grandes y heterogéneas, para profundizar en las causas neurológicas y ambientales de la psicopatía.
¿Psicopatía: rasgo, trastorno o espectro?
El debate sobre la naturaleza dimensional o categórica de la psicopatía sigue abierto. Algunos especialistas sostienen que se trata de un espectro que varía en intensidad y manifestaciones, más que de un trastorno binario (presente o ausente).
Este estudio aporta evidencia a favor de una visión dimensional, al relacionar niveles más altos de conducta antisocial con mayores alteraciones cerebrales.
Te recomendamos leer:
Peña Nieto sobre la cancelación del NAIM: no han comprobado corrupción
Además, los autores insisten en que estos patrones neurológicos no implican determinismo absoluto, pero sí pueden servir como marcadores de riesgo para intervenciones tempranas, tanto terapéuticas como educativas. El estudio plantea la posibilidad de desarrollar estrategias de prevención y rehabilitación más eficaces basadas en el perfil neurológico individual.